CAMPRODÓN – SANT ANIOL D’AGUJA Kmts. 30

Día 27-5-96. Después de pasar toda la noche en el tren que nos llevó de Madrid, a las 10:00 p.m., hasta Barcelona, a las 7:00 a.m. de hoy, tomamos otro tren a las 7:15 en la estación de Sants que nos dejó en Ripoll a las 9:30. Como el autobús que nos trasladaría a Camprodón no salía hasta las 11:30, nos dedicamos, después de un desayuno, a hacer una visita turística intensa y bien aprovechada a la capital de la comarca del Ripollés. Ya hemos tenido oportunidad de ver las cumbres nevadas del Pirineo, de más de 2.200 mts. La visita a Ripoll se ha centrado en el Monasterio de Sta. María y sus alrededores, así como la parte vieja de la ciudad.

Monasterio de Sta. María de Ripoll

Como decía, a las 11:30, con otras seis personas, nos dirigimos en el bús hacia Camprodón por la cuenca del Río Ter en dirección norte. Al realizar una breve parada en Sant Joan de las Abadesas, tenemos la ocasión de admirar algunas obras románicas y un grandioso puente medieval, que fue destruido durante la guerra y reconstruido posteriormente. Llegamos a Camprodón a las 12,15, aprovechamos también unos minutos para dedicarle una visita, aunque breve pero productiva, pues es un hermoso pueblo, muy bien conservado y además dedicado a industrias artesanas como las galletas, embutidos, quesos, etc. Se sitúa en la confluencia del Rio Ritort con el Ter, conservando un precioso puente medieval que da entrada a la parte vieja con estrechas calles empedradas. Larga calle peatonal con muchos comercios y mucha actividad. Visitamos dos iglesias románicas, algo deterioradas, pero representativas del estilo de construcción de ésta zona.

Camprodón - Puente sobre el Río Ter

A la 1 abandonamos Camprodón y comenzamos a caminar por la carretera que lleva a Molló y a la frontera francesa, a unos 4 kmts. tomamos un desvío a la derecha, por la carretera que conduce a Beget. Hace bastante calor, así que continuamos en manga corta y pantalón corto. Hacia las 2 arribamos al Coll de la Boixera, punto donde el GR 11 cruza la carretera, procedente de Molló. Ya de senderistas, iniciamos una inclinada bajada, a través de un tupido bosque de roble, a ratos por praderios. El Collado, donde hemos comenzado está a una altura de 1.200 mts. Enfrente se distinguen las ruinas del Castillo de Rocabruna y el pueblo del mismo nombre en la ladera de la montaña, los dejaremos a nuestra izquierda, a una prudente distancia. Cuando llevamos andados unos 30 minutos nos encontramos con un grupo de gente que comían a la sombra de un gran roble, en una pradera, al lado de una Masía, muy simpáticos nos invitan. Resultó ser Can Planas, una especie de albergue donde incluso dan comidas.

Coll de la Boixeda

Nos apuntamos rápidamente, así que en un gran comedor, muy rústico, nosotros solos, nos ofrecen el menú único que se puede comer, macarrones, pollo, vino y postre por 800 pts. Se me olvidaba decir que mi amigo Celestino se ha apuntado a ésta parte del GR, cosa que le he agradecido, pues el ir acompañado siempre es mucho más gratificante y sobre todo por un buen amigo. Después de la comida, retomamos la senda, que continúa descendiendo, cuando al cabo de media hora pasamos al lado de un viejo molino. Vamos siguiendo el curso del Río Llierca, a través de un espeso bosque de roble y boj, a ratos la altura es por debajo de los 600 mts.

Beget - Iglesia de Sant Cristófol

Cruzamos un arroyo a través de un precioso puente antiguo, bastante alto, aquí el barranco es muy profundo y en una zona de umbría con mucha vegetación, el puente de llama “De la Quastion”. Pasados otros 10 minutos, cruzamos el Llierca por otro puente de la misma factura que el anterior y llamado “Los Arcores”. Cuando son las 4,30 avistamos, abajo en el valle, el precioso pueblecito de Beget. Hermosa iglesia románica, que visitamos, destacando un Cristo románico que impone por sus dimensiones. Recorremos el pueblo, aquí termina la carretera, bonitos puentes para unir las dos partes que separa el Llierca, calles estrechas y empedradas, casas de piedra muy bien conservadas y un conjunto que es una verdadera joya. A las 5 continuamos, al cabo de 45 minutos nos toca vadear el Llierca descalzos y pisando los típicos rollos que son un tormento para los pies, así que haciendo florituras para no terminar empapados. Cuando estábamos en pleno cruce, aparecen dos senderistas belgas que vienen en dirección contraria. Iniciamos una larga y penosa subida, que nos lleva casi todas las fuerzas, enfrente tenemos unos paredones con unos cortados imponentes, todo rodeado de un tipo de bosque mediterráneo, encinas, carrascas y roble en las zonas más húmedas.

Al fondo el Collado Talaixá

Ahora de nuevo a bajar, la senda ha tratado de evitar un enorme rodeo formado por un gran giro del río, una vez cruzado éste, de nuevo una subida, ahora abandonamos el curso del Llierca, para ascender al Coll de Talaixá, que separa las dos cuencas, éste collado se halla a 760 mts. de altura. Nos lo tomamos con calma, intentando disfrutar de las buenas vistas de los alrededores, luego lo pagaremos, pues se nos hará de noche sin haber llegado a nuestro destino. Es una zona deshabitada, muy alejada de núcleos de población medianamente importantes, muchas masías abandonadas, incluso pequeñas aldeas derruidas. En las zonas norte, el bosque lo conforman ejemplares de hayas, avellanos, castaños, boj y algunos acebos. Enfrente se distingue el Bassegoda y alrededor una serie de montes que conforman una zona muy virgen y con mucho bosque mediterráneo, que afortunadamente se ha librado de los incendios que han asolado áreas no muy alejadas de éstas. A las 8 comenzamos un largo descenso hacia nuestro destino de hoy, Sant Aniol D´Aguja. Como es una senda estrecha a través de pedreras inclinadas y sobre fuertes cortados con muchas piedras sueltas, no podemos avanzar muy deprisa, así que a las 9,30 se hace de noche.

Puig de Bassegoda

Es una zona, como decía, de valle casi completamente cerrado, una especie de circo, con una estrecha salida del río hacia el sur, dicho estrechamiento es un corte por donde no pasa nada más que el río, con paredes escarpadas a ambos lados. La última media hora la bajamos ayudados por la luz de la linterna y alguna penalidad, el bosque está muy abigarrado en algunos tramos y no queremos perder las señales del GR. A las 10, finalmente, llegamos a Sant Aniol, ermita románica y albergue en ruinas, son lo único que hay, además de una fuente con buen chorro. A la puerta de la ermita, a la clara luz de la luna, nos tomamos una ligera cena. Ningún ser humano en muchos Kmts. a la redonda, es un lugar imponente por su soledad. El cansancio y la absoluta tranquilidad, solo interrumpida por el canto de búhos y lechuzas, compensan lo duro del suelo de la ermita. Me ha dado la impresión de escuchar el vuelo de los murciélagos.