SALAS - POLA DE ALLANDE Kmts. 50
Día 27-10-00. El día de hoy será otro de los que no podré olvidar, el tiempo ha sido espléndido, la naturaleza en el momento crítico del otoño y además todo me ha salido perfecto, lo único negativo en la balanza, de nuevo el barro. Otra vez me las he tenido que ver con el dichoso barro, a ratos ya aburrido de pisar con cierta precaución y buscando la manera de no meterme hasta las rodillas, he tirado a derecho sin contemplaciones, otra vez como ayer, embarrado hasta los tobillos.
Esta noche he dormido y descansado como me merecía, desde poco más de las 10 hasta las 7,30 de la mañana, con una sola interrupción, así que me he levantado como nuevo, dispuesto a lo que sea, con mucha energía, dispuesto a comerme el mundo, luego a partir de las 5 de la tarde, cuando comienzan a pesar los kilómetros, será otra cosa. A las 8 dejo la hospedería y me acerco hasta un bar que está abierto con el fin de tomar un buen desayuno, también hacer algo de tiempo pues aun no ha amanecido y no sería capaz de orientarme.
De tal forma que a las 8,30 salgo de Salas para abordar una fuerte subida para ir entrando en calor rápidamente, son 400 mts. de fuerte desnivel que me hacen empapar la ropa, como aún está oscuro, subo por la carretera, así puedo llevar buena marcha, además pasan pocos coches. Aquí en Salas veo el cielo estrellado, luego cuando llego al puerto será otra cosa, las nieblas lo cubren todo y no se ve un carajo a 20 metros. Voy ascendiendo la cuenca del Río Nonaya y que en la zona alta ha conformado un profundo barranco, eso sí, rodeado por un hermoso bosque de castaños y robles. Cuando paso el puerto, que está a 650 mts. de altura, las nieblas se hacen muy intensas y húmedas, pero al subir otros 100 mts. el sol lo ilumina todo, por tanto puedo ver grandes distancias, así puedo distinguir toda la Cordillera Cantábrica y sus conocidas cumbres entre Somiedo y el Puerto de Leitariegos, algo más al oeste Los Ancares y el entronque con Galicia, todo un espectáculo, abajo en los valles el mar de nieblas.
Faldeo los Altos de Pereda a través de inolvidables parajes, bosques de castaño, roble, haya, abedul, avellano, etc. y que ahora tienen el manto otoñal con los colores resaltados por el brillante sol de la mañana, además los verdes prados añaden otro tono para destacarlos aún más, parece como si estuviera soñando y no fuera real, no me resulta fácil describir tanta belleza. El milano posado sobre las copas de las altas hayas vigila con atención, los sonidos del bosque me son familiares, salvo los de alguna especie que no conozco y sobre todo resalto el constante bombardeo de los castaños, en la quietud y silencio, de pronto se desprenden los haces de castañas que caen golpeando las hojas y ramas y parece que me van a dar en la cabeza.
A veces los caminos dejan ver su origen empedrado, esto solo en pequeños tramos, supongo que las losetas se han aprovechado para otras necesidades, aún así a la vista de su trazado se aprecia que fueron las vías de comunicación de todos los núcleos poblados. La llegada a Tineo la hago por la parte alta, a través del Paseo de los Frailes, lugar encantador, primero por los milenarios ejemplares de haya y roble, luego porque al estar en alto, teniendo a sus pies todo el núcleo urbano y al fondo las altas cumbres cantábricas, todo rodeado de verdes praderas y hermosos bosques, me llevo una grata impresión de Tineo. Son ahora las 12,30 y tengo por delante el ascenso a Las Canteronas, un ascenso de casi 300 mts. que me hace agotar las fuerzas, eso sí a través de un bonito camino que me permite ir viendo todos los alrededores, es como una ventana, pues el camino está flanqueado por grandes castaños y a través de ellos voy viendo el hermoso paisaje además de la protección de su agradable sombra. Sigo teniendo por mi izquierda la cuenca del Río Narcea, hasta mañana no pasaré a la del Río Navia.
Desde el Alto de Piedratecha desciendo por el bosque más bonito que he visto, frondoso y bello, con mezcla de carballos, hayas y castaños, una verdadera delicia para andar y disfrutar. Cruzo una serie de aldeas y por una carretera poco transitada, me dirijo hacia el Alto de la Lavadoira, varios paisanos, algo mayores, aprovechan la soleada tarde para pasear por los tranquilos y apacibles hayedos, me enrollo en varias ocasiones con ellos, así hago un pequeño paréntesis y charlo un rato, pero no me puedo permitir el lujo de entretenerme mucho, aún me faltan varias horas para llegar a Pola de Allande. En esta zona los abedules y hayas se elevan 40 o 50 mts. en busca de los rayos del sol, es esta la parte mas bella del recorrido, alejada de núcleos poblados y carreteras principales, todo un oasis de la naturaleza.
Cuando
llego al Alto de la Lavadoira, siendo
las 6 de la tarde, miro hacia atrás y veo que las nieblas comienzan
a venir de la costa, desciendo rápidamente hacia Allande a
través
de un inclinado camino, eso sí muy directo, en pocos minutos me
pone en Pola de Allande, donde llego hacia
las 7. A la entrada me encuentro con una señora mayor, me pilla admirando una casa-palacio, me
dice que pertenece a unos "indianos" que
viven en Puerto
Rico,
varias casas más harán referencia a dichos emigrantes,
algunas con muy mal gusto, otras manteniendo la tradición. Estos "indianos",
intuyo y me confirma la señora, inadaptados, extraños en
sus orígenes y también, supongo, en sus actuales destinos.
Pola de Allande se halla ubicado en un bonito
valle, no parece que el destino le haya sido muy favorable
económicamente, a pesar de
todo es uno de los más hermosos lugares del interior asturiano.
Son las 7 y tomo habitación en el Hostal la Allandesa,
mañana
será otro día, ahora al aseo, cena y descansar. |