HUERTAPELAYO - VALTABLADO DEL RÍO Kmts. 30 Día 29-3-97. No ha sido una noche tranquila, por un lado un grupo de jóvenes subiendo y bajando por la carretera, supongo que no tenían otra diversión, haciendo mucho ruido e incordiando todo lo que podían. Por otra parte, algún coche que llegaba y algún otro que salía, no he estado tranquilo, hubiera sido mejor elegir un lugar alejado, en pleno campo, así hubiera dormido mucho mejor.
Ha hecho mucho frío, por la mañana la tienda estaba blanca del hielo. A las 7 recojo las cosas teniendo que hacer la mochila con los guantes puestos y antes de las 8 me pongo en camino. Hoy sopla una fresca brisa y el sol tarda más en calentar la mañana. Tomo la pista que se dirige al pueblo de Armallones, que primero asciende al collado donde la tomé ayer por la tarde para bajar a Huertapelayo y luego hace una larga bajada dando un enorme rodeo para salvar un barranco. Varias perdices se cruzan levantando el vuelo.
Una vez que llego a la margen del río, en un pequeño valle, la pista vuelve a iniciar el ascenso para continuar a una altura de 900 mts., unos 150 por encima del cauce del Tajo, que en esta parte discurre encajonado y describiendo zig-zags constantemente. En un collado sobresale, enfrente y por encima de la pista, una llamativa roca llamada “El Sombrerete” con el fondo del cielo azul, además de la luna aún luciendo, es una bonita imagen. En un cruce de pistas tengo algunos problemas, las señales del GR son deficientes. La pista que tengo que continuar hace una enorme revuelta para no perder altura, es el amplio Barranco del Molino.
Poco a poco me voy acercando a la parte más agreste y espectacular del “Hundido de Armallones”. A pesar de que la pista está en muy malas condiciones, comienzan a aparecer coches y 4x4, levantando enormes polvaredas y conduciendo como si se tratara de ganar el París-Dakar, ni siquiera se paran a admirar el paisaje, el reto es hacer kilómetros sin descanso y sin bajarse del coche.
Paso al lado de las Cárquimas, enorme cascada en una roca, pero que en esta ocasión al no haber agua ha perdido parte de la belleza. En la Fuente de la Osa hago una breve parada, me aseo, cambio de ropa, tomo agua fresca y continúo disfrutando del espectacular escenario. Ahora el río se encajona en el cañón, no puedo hacer fotos, me lo impide la vegetación, por más que intento subirme a alguna roca, no hay manera, tengo la visión a través de pequeñas aberturas en las ramas de los árboles. Veo enfrente las Salinas de la Inesperada y una pista que baja al río, del otro lado. Comienzo a bajar a la orilla, para salvar el fuerte estrechamiento a ambos lados del cauce. Este estrechamiento imponente llamado el Vado de la Losa, por la otra orilla del río, enfrente, es una pared estrecha terminada en una esbelta aguja donde unos chicos hacen escalada colgados de la pared.
Más a la derecha una colonia de buitres tiene sus oteaderos. También enfrente termina una pista que viene de Ocentejo, de tal forma que los coches llegan a este hermoso lugar. Continúan las aguas del Tajo, en esta zona, teniendo el color verde-azul, pero por poco tiempo, más adelante comienzan a adquirir otra tonalidad más neutra, producto de la contaminación de sus aguas. El último tramo, hasta Valtablado del Río, durante unos 3 kmts. es por una senda llena de aulagas, tomillo y boj, que hacen algo penoso el camino, en todo caso y como compensación, no hay nadie por los alrededores. El calor es muy intenso, tengo ganas de terminar la jornada.
Ahora el Tajo ha dejado los parajes agrestes y discurre más calmado, por terrenos más llanos. A las dos llego a Valtablado del Río bajo un sofocante calor. En la primera casa que encuentro, pregunto a un grupo de personas, donde puedo tomar una cerveza, aquí mismo me dicen. Me invitan a una bien fresquita, también se empeñan en que me tome un plato de arroz con costillas que estaban terminando de preparar. Es una enorme familia de Maños, por lo menos unos 30, unos 8 matrimonios con sus correspondientes hijos, muy divertidos y aficionados a la buena mesa, estaban cocinando en dos enormes perolas el apetitoso arroz, en plena calle y al fuego de unos troncos. Por más que les agradecí la invitación y me quería marchar, no hubo manera, el primer plato de arroz fue para mí, además con buenos tragos de un fresco porrón de vino de Cariñena rosado y bien rico. Me despido de mis nuevos amigos y trato de regresar a Madrid.
Telefoneo, desde la casa del alcalde, a un taxista de Ocentejo, aquí no hay servicio de autobús, así que a los 20 minutos, Julián me viene a buscar y me traslada a Ocentejo. Como son las 3,30 y no ha comido, me dice que si no me importa esperarle, luego me llevaría a Sigüenza a tomar el tren. Como quiera que no tengo ninguna prisa, me doy un buen paseo por el pueblo, subo a un magnífico mirador en las ruinas de un viejo castillo y a continuación me aposento en la terraza del bar tranquilamente hasta las 6 de la tarde.
Charlo un
buen rato con una
familia Británica que tiene casa
aquí en el pueblo, como
segunda vivienda y a las 7 de la tarde llegamos a la estación
de Sigüenza para tomar el tren de
las 8 con destino a Madrid,
donde llego a las 10,30. Antes de llegar a Sigüenza,
pasamos por la Hoz del río
Dulce, impresionante paraje, ya tengo otro itinerario
para próximas
fechas. |