LAFORTUNADA – ESCUAIN – NERÍN Kmts. 32

Día 4-7-99. Comentaba ayer que la tormenta fue mucho ruido y pocas nueces, en algunos lugares, por los que he pasado hoy, sí que llovió y con cierta intensidad, grandes charcos y mucha humedad. Ayer tarde, charlando con los paisanos a la puerta de la iglesia de Badaín, uno de ellos utilizó la expresión “mover los tocinos”, se refería a cuando era joven, subía a la montaña a mover los tocinos, me resultó difícil averiguar el significado. Significa asustar los jabalíes para que se muevan y se pongan a tiro de los cazadores. Anoche, después de la cena, me entretuve charlando con un grupo de profesores de Murcia, nos enrollamos muy bien.

Tella y Ermita de Fajanillas


Hacia las 6,30 comienzo la jornada, mañana agradable y fresca, pero solo a tan tempranas horas, luego sería otra cosa diferente. Como aperitivo, la senda inicia un fuerte ascenso, de cerca de 500 mts., justo enfrente del hostal donde he dormido, eso sí, con el aliciente de a esta hora el sol aún no me da, sin embargo si ilumina las altas cumbres de los alrededores, con ese colorido rojo muy claro y nítido. El tramo hasta Tella es por un viejo camino a través de bosque de pino, boj y carrasca, según voy tomando altura, comienzan a destacar las imponentes moles del Castillo Mayor justo enfrente, que además me servirá de punto de referencia durante todo el día. Destaca también la Punta Llerga a mi espalda, por cuyas laderas pasé ayer por la tarde, algo más al sur comienza a aparecer la cumbre de la Peña Montañesa, que ha estado tapada por otra cumbre más baja. Cuando llevo una hora de duro ascenso, llego a un collado a unos 1.250 mts. de altura, desde donde me sorprende un soberbio espectáculo.

Castillo Mayor y Ermita de Fajanillas

Tella, pequeña aldea colgada en la ladera sur de una loma, rodeada de inclinadas praderas y a su izquierda, en lo alto de un collado, la ermita románica de Fajanillas, configurando un cuadro precioso que intento plasmar en una fotografía, pues probablemente me quedo corto en los halagos. Cruzo la pequeña aldea sin ver ni oír a nadie, para abandonarla por su parte trasera, a la entrada hay una casa habilitada como museo y una oficina de información del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Distingo las altas cumbres que rodean el Valle de Pineta o Bielsa y las Gargantas de Escuaín, mi próximo destino. Desciendo rápidamente hasta pasar al lado del Dolmen de Tella, para continuar bajando hasta una carretera que pasa por una pequeña aldea llamada Arinzué, unos metros más adelante otro lugar llamado Lamiana, con casa rural, bar, restaurante, etc, con varios vehículos a la puerta. Me tomo una gran taza de café con leche y a continuación retorno a Arinzué para iniciar el descenso al Barranco del río Yaga. Una vez en el cauce, comienzo a encontrarme con grupos de barranquistas franceses preparándose para el emocionante y arriesgado deporte, disfrazados con trajes de goma de mil colores. Continúo río arriba hasta una deshabitada aldea, Estaronillo, más franceses con campamento incluido, cruzo el río por un viejo puente, debajo grandes balsas con aguas verdes y cristalinas, invitando al chapuzón.

Descenso a Bestué- Al fondo Sestrales

La senda sube por la margen izquierda del río, cubierta por una densa vegetación, a veces me recuerda la selva tropical, grandes lianas caen de los altos árboles. Por esta zona debió descargar la tormenta de ayer tarde, hay mucha humedad y grandes charcos, hay tramos de la senda que están embarrados. Cuando llevo cerca de una hora caminando, escucho el estruendo que produce el agua, supongo es una gran cascada, pero no puedo ver nada, la vegetación es muy tupida. En este punto la senda comienza a ascender para alejarse del cauce, por una abertura del bosque puedo descender al río, no me lo pienso, dejo la mochila y bajo emocionado, realmente mereció la pena, de un fuerte estrechamiento surge un gran chorro que cae en una balsa, luego en otra y así sucesivamente, al final forma otras grandes balsas en el propio cauce que al tratarse de aguas calizas son de un colorido verde-azulado precioso. Disfruto con avaricia del momento, tratando de dejarlo gravado en mi mente, por supuesto, también en la cámara fotográfica.

Descenso a Bestué-Al fondo Monte Perdido

Retorno de nuevo al lugar donde dejé la mochila, para iniciar el fuerte ascenso hasta dar con una carretera que se dirige, para morir, a la casi desierta aldea de Escuaín. Otro grupo de franceses se están preparando para descender al barranco, yo continúo por la carretera otro kilómetro y buscar en la aldea si puedo tomar algo fresco, nada de nada, solo un chorro de agua de un aljibe, que no está muy fría. Hay varios coches, como no franceses, a la sombra de los robles, varias vacas pastando tranquilamente y otros paisanos que llegan en coche para una corta excursión al barranco. La impresionante silueta del escarpado Castillo Mayor, vigilante y agresivo en lo alto, miro y calculo el ascenso que tengo que realizar, unos 600 mts. de desnivel, pero con una tremenda inclinación. No me lo pienso más, son las 12 y no quiero que haga más calor, tomo hacia un gran pinar y asciendo a derecho, afortunadamente por la sombra, aún así con el sudor empapo hasta los pantalones, en el último pino me paro a descansar, necesito un respiro, unos minutos para reparar fuerzas y beber todo lo que puedo. Cuando abandono el pinar y paso a las praderas, aún me queda un buen tramo de cuesta para llegar al Collado del Ratón, una numerosa colonia de buitres me sobrevuela, muy cerca, algunas veces demasiado cerca, así que me mosqueo, sé que no son agresivos, aún así imponen por su envergadura y el gran ruido que hacen al pasar.

Descenso a Bestué

Llego al Collado del Ratón desde donde se ve claramente el Monte Perdido y las cumbres que lo rodean, hermosa panorámica. Hace una brisa fresca, estoy a cerca de 1.800 mts. de altura, ahora comienzo el descenso hacia el otro valle, al Barranco Airés, después de bajar con mucho cuidado, es una zona muy inclinada, pizarrosa, con piedras muy pequeñas y resbaladizas, unos 200 mts., llego a una pista que se dirige a la pared este del Cañón de Añisclo. Tomo la pista, que bordea la cara suroeste del Castillo Mayor, para al poco rato distinguir, abajo a lo lejos, la aldea de Bestué rodeada de praderas verdes, hacia donde me dirijo. Sobresale, enfrente hacia el oeste, la parte trasera de los Sestrales, peña que hace de divisoria con el Cañón de Añisclo. Desde un collado y antes de abandonar la pista para descender a Bestué, tengo una magnífica panorámica de la Peña Montañesa, solitaria e imponente, también el Pantano de Mediano, más al sur, ya unidos el Cinca y el Ara, con sus aguas azules, además del Macizo de Cotiella cruzado ayer. A través de un camino a la derecha, desciendo rápidamente a Bestué y nada más entrar por las primeras casas, un hombre de unos 60 años y su hijo treintañero, están preparando la parrilla para asar las chuletas a la puerta de una vieja casa, están sentados a la sombre tomándose una cerveza. Les pregunto por el bar del pueblo para tomarme un vaso de vino y me invitan, no tendría que andar mucho más, a pesar de insistir en ir al bar, no hay manera, así que descargo mi pesada mochila y me siento en su compañía a la agradable sombra mientras me tomo dos buenos vasos de fresco tinto. Quedan emplazados para tomar café en el bar, insistieron amablemente en que probara las chuletas, pero era demasiado atrevimiento por mi parte, así que me desplacé unas calles más abajo y en un nuevo y reluciente bar, atendido por una amable joven, me dispuse a hacer un paréntesis. Como el descanso sería largo, me cambié de calzado, pedí una cerveza y una buena ensalada, al poco rato entran dos jóvenes de Huesca preguntando por alguna excursión por los alrededores, les informo debidamente de las diferentes alternativas que tienen desde aquí. Mientras repaso los mapas, consulto los apuntes y comienzo la apetitosa ensalada, llega una pareja de franceses “singular”, aunque yo a lo mío, ellos tienen ganas de practicar el español. La señora, grande y portentosa, el señor, pequeño y callado, sonríe, entiende, pero no habla, naturalmente quien habla es la madame, hasta por los codos. Están enamorados de España y en cuanto tienen algún tiempo libre, rápidamente se vienen al sur. Miriam y Pierre se acordarán largo tiempo de nuestra agradable sobremesa.

Peña Montañesa

Como decía antes, estoy haciendo tiempo pues el calor es sofocante, por lo tanto no puedo retomar la senda hasta que haya bajado el sol. Hacia las 5,30 de la tarde me despido de mis amigos franceses y preparado para el resto de la dura jornada, abandono Bestué, dejando saludos para padre e hijo, a quienes había invitado al café, la joven del bar me dijo que los vio pasar por la ventana, pero con el enrolle de los franceses supongo se abstuvieron. Inicio el descenso hasta el cauce del barranco, casi volando, luego la subida sería otra cosa, a pesar de ir por la sombra, son 500 mts. de desnivel muy pronunciado. Mis pies comienzan a desprender un perfume peculiar, me pensaré en registrarlo, por lo curioso. La subida resulta muy pesada, paso al otro lado, es el “Cañón de Añisclo”, impresionantes los escarpados cordales que cierran el barranco, al fondo, a lo lejos distingo el pueblo de Nerín y unas negras nubes que se mueven en mi dirección de forma amenazadora. Bordeo la Peña Sestrales para poder descender al Cañón de Añisclo, me sobrecojo con la visión de las paredes escarpadas por mi derecha, además de los tremendos desniveles por la izquierda. La senda son unos 30 cms. de estrecho camino, imprescindibles para dar los pasos. Hay zonas con desprendimientos recientes de forma que la senda ha quedado arrasada, no puedo mirar hacia las caídas, me da vértigo. Sigo pendiente de la tormenta, que poco a poco se va acercando, no quisiera que con la lluvia se humedecieran las rocas, el descenso resultaría muy peligroso, por tanto acelero el paso. En una de las pedreras un rebeco sale asustado, en su carrera desprende varias rocas que se precipitan hacia abajo peligrosamente. Cada vez que giro la vista hacia atrás, más me sorprendo de que la senda haya podido ser trazada por tan escarpadas paredes. Después de un largo recorrido, horizontalmente, comienza un fuerte descenso, en algunos tramos por pedreras inclinadísimas. Comienza a pintear, todo se pone oscuro pero agradezco la humedad, aunque bajando con sumo cuidado. Veo, abajo, el plano donde hay coches aparcados, es la entrada a la zona más alta del Cañón de Añisclo, por la parte baja del cañón circula la carretera que viene de Escalona. Hacia las 8 y con la lluvia arreciando, cruzo el puente hasta la carretera, al lado hay otro puente muy antiguo, el cañón es muy espectacular, la visita al Cañón de Añisclo requiere una jornada completa, quedará pendiente para otra ocasión más propicia. La lluvia es constante, pregunto a los conductores de los todoterreno, si me subirían los 4 kmts. que me faltan hasta Nerín, me dicen que no hay problema, solo que he de esperar hasta las 9, unos 45 minutos de charla bajo la lluvia. En Nerín me hospedo en el hostal “El Turista”, la lluvia cae incesantemente y la temperatura desciende mucho. Después de un buen aseo, cena completa e invitación a una caña a los guardas del parque que me subieron en coche. Hacia las 2 de la mañana retumban los truenos y continúa lloviendo, si por la mañana sigue la lluvia, me levantaré algo más tarde. Soy el único huesped del hostal, todo para mí, mejor así no hay ningún ruido. Hay una polémica planteada por la zona debido a una propuesta que prohibiría el paso de vehículos por la carretera que une Escalona y Nerín en su recorrido a través del Cañón formado por el río Bellós, continuación de la Garganta de Añisclo. Las discusiones corrientes debido a los diferentes intereses que hay en juego.