TORRES – BEDMAR – JÓDAR Kmts. 23

Día 11-11-03. El viaje a través de la llanura manchega ha sido bajo espesas nieblas, sin embargo al irnos acercando a Despeñaperros, el cielo azul y brillante han alegrado la mañana, además la suerte me ha acompañado al llegar a la estación de autobuses de Jaén. La llegada del bus que me traía de Madrid, tenía prevista la entrada a las 12,15 de la mañana, no contaba, por tanto, poder tomar el coche de las 12 para Mancha Real, pero poco antes de las 12 me apeaba y corriendo pude subirme al de Mancha Real que estaba ya lleno a rebosar y dispuesto a arrancar. Los dos taxis de La Mancha, cuando llegué a las 12,30, no estaban disponibles, uno averiado y el otro en un viaje a Jaén. Hasta el pueblo de Torres hay 12 kmts. y no es cosa de pasarme 2,5 horas por el asfalto. Uno de los taxistas me dice, por teléfono, que hasta la 1,15 no estará libre, por tanto me ubico a la salida de la Mancha, en la carretera a Torres y “dedo a trabajar”, sin resultado positivo, a la 1,15, Domingo aparece con su taxi y me traslada cómodamente hasta Torres, lugar de inicio de mi itinerario por esta variante del GR7.

Torres


En una curva de la carretera damos vista al bello pueblo de Torres y sus hermosos alrededores, ubicado al abrigo de los fríos vientos del norte en las faldas de una estribación de Sierra Mágina, en el barranco que forma el Río de Torres y otra serie de pequeños arroyos que bajan de la sierra. Suaves laderas donde resplandecen los cerezos con su bello manto otoñal, dando un hermoso colorido a todos los alrededores. Quedo realmente sorprendido por este bello rincón de Sierra Mágina. Me cuenta Domingo, mientras nos acercamos a Torres, que en este bonito pueblo nació el Juez Baltasar Garzón y las famosas cacerías que, en pasadas épocas, se organizaban por estas laderas.

Descenso a Albanchez de Úbeda


Cruzamos las inclinadas calles con blancas casas en un apacible día de diario, cuando todo está relajado y tranquilo. Me deja Domingo en la salida de la pista asfaltada que se dirige a Albanchez de Úbeda, así que enseguida descubro las balizas roja y blanca en hitos o mojones de madera y carteles señalizadores de madera, como la carretera toma altura dando muchas curvas, yo tomo por un camino paralelo que evita la enorme distancia del asfalto. He partido pasada la 1,30 de la tarde, con una temperatura ideal, probablemente rondando los 14 grados, ahora algo nublado pues las nieblas se han pegado a las cumbres y no permiten el paso del sol. Los olivos están cargados de los negros frutos, la mayoría de sus ramas vencidas por el peso de las olivas, me ha dado la impresión de abandono en algunas pequeñas explotaciones o fincas.
Al tomar altura el barranco aparece profundo y escarpado, por la izquierda asoma una cima caliza, es el Aznatin de Albanchez con 1.740 mts. de altura, las nieblas están pegadas a su cresta. Llego al Puerto de Albanchez, a 1.250 mts., para dar vista al otro lado, donde las cumbres están cubiertas por las nieblas, son las laderas del Carluco con 1441 mts. de altura, una serie de arroyos que conforman el Río de Albanchez, laderas escarpadas que aparentan cierta dificultad para su ascenso.

Serrezuela de Bedmar


Abandono la pista en el mismo puerto y tomo una senda a la izquierda que desciende de forma directa, la carretera conforma una serie de giros alargando considerablemente la distancia. Yo bajo a derecho por un camino con trazas y cortes empedrados que indican su bien conformado firme, ahora algo deteriorado por falta de cuidado. En la tranquilidad del ambiente destaca el canto de las perdices, grandes bandadas de ellas levantan el vuelo a mi paso durante toda la tarde. Más al fondo sobresale la Serrezuela de Bezmar, franqueada por la izquierda por la cima de la Cueva del Aire y por la derecha el Pico Golondrina, a sus pies el pueblo de Bedmar, toda esta zona iluminada por el sol, resaltando el colorido rojizo de los montes. Doy vista a Albanchez de Úbeda en las inclinadas faldas de la montaña a 860 mts. de altura, en el corte que hace el barranco del Arroyo de la Cañada Hermosa, con una torre defensiva en lo alto de una gran roca. En lugar de dar un gran rodeo, viendo mi próximo destino, una pista por la ladera derecha enfrente, tomo un camino hacia el cementerio, que en cuatro zancadas me planta en su puerta para a continuación cruzar un campo de olivos y llegar a la pista cementada que me llevará hacia el Torreón de Cuadros. En las laderas del Cerro Carluco hay un amplio bosque de cornicabra muy extenso, algunos ejemplares ya he tenido ocasión de ver en el descenso.
El camino que sigo, bordeando el Parque Natural de Sierra Mágina, está embarrado en algunos tramos, se aprecia la cantidad de agua caída en las últimas semanas, todo está húmedo y los arroyos corren como en plena primavera, el campo está precioso. Me voy a cercando al barranco que forma el Río Bedmar, es una zona llamada Torreón de Cuadros por una torre árabe redonda, de vigilancia, ubicada en una parte alta del escarpado barranco. También está la Ermita de Cuadros y zona recreativa rodeada de vegetación, álamos, chopos, fresnos, etc. con un bonito colorido otoñal. Algunos antiguos molinos, unos abandonados y derruidos, otros reformados y convertidos en viviendas de recreo.

Torreón y Ermita de Cuadros


Tomo la carretera que viene de Bedmar para abandonarla a los pocos metros tomando un camino a la derecha que asciende hacia la Serrezuela de Bedmar pero primero atraviesa la carretera Jódar-Bedmar, para comenzar el durísimo ascenso por el Camino del Portillo que me hace sudar tinta, son 700 metros de dura cuesta. Llego al collado cuando el reloj marca las 5 de la tarde, he tardado 30 minutos y empapado hasta las rodillas de sudor, aquí en el puerto me encuentro con un pastor que cuida del rebaño, un pequeño relax y recuperar el resuello, beber unos tragos de agua y seguir hasta Jódar que veo abajo extendido en la llanura, ya en la penumbra del atardecer, así que no puedo perder un minuto. Más al fondo el sol aún ilumina la Sierra de Cazorla, que lejano me parece mi próximo destino. El crepúsculo es muy rápido y la noche se me echa encima, así que voy cortando los giros del camino para, a las 6,30, ya anochecido, entro en la muy alargada población de Jódar.