PRÓLOGO

Una vez terminado el recorrido por el litoral gallego, de unos 1.300 kilómetros, desde A Guarda hasta Ribadeo, la morriña de volver a Galicia no me dejaba en paz. Mirando entre los proyectos que tenía en mis archivos, había dos pendientes de realización que no hacía más que pensar en ellos, uno el GR94 Rural de Galicia y el otro el Camino de Invierno a Santiago así que debía optar por uno de ellos cuanto antes. El de Invierno transita por zonas muy remotas del interior y aunque está recorrido puesto que dispongo de los tracks para el GPS, aún está muy deficientemente organizado por falta de lugares de pernocta, albergues, etc. etc. así que opté por el GR94.
La zona por la que transita, entre Vigo y Santiago, siempre sería por lugares algo remotos, con el aliciente de cruzar algunos de los más importantes Ríos de Galicia, Ulla, Umia, Lérez, Almofréi, Verdugo, etc. etc. a través de antiguos puentes perfectamente transitables, incluso algunos modernos colgantes metálicos. He tenido mucha suerte en la elección de la época primaveral cuando las recientes lluvias intensas han elevado muchísimo el flujo de las aguas permitiendo ver impetuosas cascadas y cauces con imponente fuerza del agua. Además el intenso verdor de todos los alrededores, praderas, sembrados, árboles, todo destacaba por la sensación de humedad y fuerza primaveral.
En los puntos más elevados siempre destacaba el mar al fondo de un azul intenso, sobre todo las costas de Pontevedra que me iban recordando los recientes recorridos por sus rías, acantilados, puertos y hermosas playas de finas arenas. Reconozco que hubo momentos en que esos recuerdos me transportaban a los lugares costeros que recorrí y hubiera deseado estar en estos momentos allí mismo disfrutando del sabor y olor marino, quizá por ser de tierra adentro siempre añoro el mar y sus costas.
La falta de lugares de pernocta en este GR94 me ha obligado a alterar algunas distancias diarias, bien a reducir las distancias o alargarlas con el fin de alojarme en un lugar adecuado. Sin embargo ha merecido la pena este recorrido interior alejado de los caminos masificados pues la soledad ha sido absoluta lo que me ha permitido disfrutar a conciencia de todos los lugares que tenía a mi vista.
Lo que más me ha impresionado han sido los cruces de esos grandes ríos, sus antiguos puentes, los agrestes entornos y depresiones cubiertas de bonitos bosques de ribera, las viejas calzadas empedradas y senderos de ascenso y descenso al cruce de esos grandes y caudalosos ríos cuyas aguas rugían al caer en vertiginosas cascadas cuyo ruido ya escuchaba a cierta distancia.
He de agradecer a Alberto Canle su ayuda, colaboración y agradable compañía, él ha sido el promotor de este bello itinerario que espero sea mejorado para transitar puesto que la permanente humedad en estas tierras obliga a un mantenimiento permanente para que pueda ser transitable para disfrute de caminantes y amantes de la naturaleza.